Una sombrilla para el planeta
Inés Camilloni Especialista en cambio climático
Una sombrilla para el planeta
Reviví, profundizá y compartí la charla.
"Es urgente actuar sobre la causa de fondo del cambio climático, que es nuestra dependencia de los combustibles fósiles”.
En 1991, la erupción del volcán Pinatubo, en Filipinas, lanzó toneladas de cenizas y gases a la atmósfera. Fue la segunda mayor erupción volcánica del siglo XX. Las partículas diminutas de ceniza, llamadas aerosoles, llegaron a la estratósfera y desde ahí reflejaron más luz solar hacia el espacio que en condiciones normales. Mucho de lo que los científicos encontraron en ese momento es parte de lo que se está investigando en la actualidad. Hoy la magnitud, la velocidad y las consecuencias del cambio climático nos permiten decir que atravesamos una crisis planetaria y las acciones de los gobiernos para hacerle frente son insuficientes. Entonces, muchos científicos se están preguntando: además de trabajar sobre las causas, ¿podríamos reducir la temperatura de la Tierra? Esta pregunta empezó a ser respondida luego del episodio del volcán Pinatubo. Para sorpresa de muchos científicos, como consecuencia de la erupción, la Tierra se enfrió alrededor de medio grado centígrado en los meses siguientes. Con este resultado, años después un grupo de investigadores sugirió que sería posible crear artificialmente el efecto volcánico y usarlo como herramienta frente al cambio climático. Hoy se estudia la posible creación de “una media sombra” para que la Tierra no reciba tanta energía solar. Se compondría de “aerosoles” con el objetivo de replicar lo que hizo la ceniza. Para inyectar aerosoles en la estratósfera proponen usar aviones especiales que hagan varios vuelos al día lanzando partículas a aproximadamente 20 kilómetros de altura. Así, reflejarían más luz solar de la que recibiríamos si no estuvieran y, por lo tanto, la Tierra se enfriaría.


Generar un efecto equivalente a ponerle una sombrilla al planeta es lo que los científicos llaman “geoingeniería solar” y podría ser implementado en los próximos 15 años. Pero si se hiciera realidad, se atacaría el síntoma más evidente del cambio climático y los resultados no afectarían a todo el planeta de la misma manera. Es por ello que en ámbitos científicos y políticos no hay consenso sobre el uso de la geoingeniería solar. Los que están a favor consideran que permitiría lidiar a corto plazo con el sufrimiento asociado a vivir en un mundo que se calienta aceleradamente. Los que están en contra argumentan que no deberíamos buscar soluciones a partir de seguir metiendo mano en el clima con tecnologías de impacto global. Y en el medio estamos quienes trabajamos para identificar potenciales riesgos y beneficios y también quienes entendemos que es un tema sobre el que hay que hablar porque incluye cuestiones morales, éticas y de gobernanza. La geoingeniería solar es potencialmente efectiva, barata y tecnológicamente factible pero de ninguna manera debe ser considerada una solución de fondo al cambio climático. Que sea barata y factible genera el riesgo de que alguien decida implementarla por su cuenta sin esperar el aval general. El cambio climático causa riesgos y todavía tenemos muchas preguntas sin respuestas: ¿cuándo y cómo se usaría la geoingeniería? ¿Qué rol ocuparíamos los países en desarrollo en la toma de decisiones? Y finalmente: ¿quién controlaría el termostato del planeta?
Un clima nuevo, un clima incierto
Haciendo uso de la geoingeniería, el planeta tendría un clima nuevo, que todavía no sabemos muy bien cómo sería pero seguro diferente a lo conocido: bajando unas décimas la temperatura, por ejemplo, el hielo que se derritió no se recuperaría, seguiría habiendo más dióxido de carbono en la atmósfera y menos selvas y bosques. Hasta ahora sabemos que los extremos cálidos serían menos severos y frecuentes, que se desaceleraría el derretimiento de hielos y glaciares, y que se alteraría el ciclo del agua. También, que esta intervención provocaría alteraciones más notorias en algunas regiones que en otras. Las consecuencias sobre la salud humana, los ecosistemas, la producción de alimentos o la disponibilidad de agua dulce serían diferentes y podrían ser beneficiosas o perjudiciales según el lugar del mundo.
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