Más allá del escritorio
Josefina Martorell Economista
Más allá del escritorio
Reviví, profundizá y compartí la charla.
"¿Cómo ser parte de la comunidad y no una ayuda externa?"
En un campo de desplazados en Sudán del Sur conocí a Achuei. Su padre había muerto en la guerra y su mamá estaba internada con tuberculosis. A Achuei la cuidaba su abuela. Tenía desnutrición aguda. Casos extremos como estos los tratamos con un alimento terapéutico que tiene muchas calorías. Suele dar resultados. Yo iba a ver a Achuei todas las noches para arroparla, acomodar el mosquitero. La miraba dormir. Me llamaba la atención que pasaran las semanas y que no ganara peso. Hasta que más tarde supe que su abuela vendía el alimento en el campo y en su lugar le daba pan y arroz. Me indigné. Para entender qué estaba pasando, junto al equipo conversamos con ella y nos reveló que vendía el alimento terapéutico para poder darle de comer a toda la familia. ¡Cómo nos habíamos equivocado!
Trabajé con Médicos Sin Fronteras en África, donde la población civil se ve afectada por la pobreza, la desnutrición, la malaria y la violencia, entre otras problemáticas. Como economista, coordinaba financieramente las misiones, así que pasaba la mayor parte del tiempo detrás de un escritorio. Pero como había entrado a la organización porque quería estar cerca de la gente, desde mi primera misión busqué excusas para encontrar esa proximidad.


En Níger donde habían muerto muchas personas por malaria y desnutrición, lanzamos una campaña de prevención y nos acercamos a las aldeas para contarles de qué se trataba. Íbamos el chofer, el logista del proyecto y yo. Tras muchísimas horas por el desierto de Sahel, vimos sorprendidos hileras de madres con sus hijxs. Era una jornada de vacunación. Era también el resultado de un largo camino. En ese instante sentí que éramos parte de la comunidad. Una alegría similar viví en la República Democrática del Congo. Un día la camioneta se quedó empantanada. Estábamos en uno de los lugares más conflictivos del planeta, donde grupos armados saquean, queman aldeas y persiguen a grupos rivales y atacan sexualmente. Sentí miedo. Pero al rato, hombres, mujeres y niños se acercaron para ayudarnos. Reconocí a algunos con los que habíamos estado en la consulta. Me sentí aceptada. Hoy estoy en Argentina y trabajo de nuevo detrás de un escritorio. Pero no olvido esos años en el terreno porque esas vivencias me transformaron y todavía me impulsan a seguir trabajando por el cambio.
Un gesto humanitario
Mi función en Médicos Sin Fronteras como economista era coordinar financieramente las misiones en distintos países de África. Tal vez hubiera sido más cómodo, fácil y menos desgastante cumplir solo las tareas de mi perfil, pero elegí acercarme a la comunidad. Aún recuerdo, en las clínicas, a los hermanitos de los pacientes jugando, a las madres conversando, cocinando, preparando la comida, mientras yo ayudaba a un chiquito a alcanzar un pedazo de jabón que colgaba de una soga y me preguntaba si esa acción había sido la única cosa humanitaria real que había hecho en el día.
Podcast
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Seguí explorando
Le pedimos a Josefina Martorell que nos haga algunas recomendaciones para profundizar y nos sugirió esto.

Ébano
Ryszard Kapuściński, Anagrama, 2006.
En esta crónica apasionante, alejada de los estereotipos, el periodista polaco relata sus vivencias en el continente africano. Sin perder la mirada lúcida cuenta su experiencia en las casas más pobres, enferma de malaria cerebral y corre peligro a manos de un guerrillero.

Desde el corazón del mundo
Candelaria Lanusse, Ediciones B, 2010.
En primera persona y a través de cartas que envió a su familia y amigos desde distintos puntos del planeta, una enfermera argentina relata sus días como trabajadora humanitaria en la ONG Médicos Sin Fronteras.

Un día perfecto
Dirigida por Fernando León de Aranoa, 2015.
Basado en el libro “Dejarse llover” de Paula Farias, expresidenta de Médicos Sin Fronteras, el film trata sobre miembros de una ONG que trabajan en una zona de conflicto armado y que intentan sacar de un pozo un cadáver que tiraron para contaminar el agua y dejar sin abastecimiento a la población local.

Ser digno de ser
Dirigida por Radu Mihaileanu, 2005.
Por iniciativa del Estado de Israel y Estados Unidos, entre noviembre y enero de 1985 se realizó una operación para trasladar a miles de judíos etíopes (falashas). La obra aborda el drama de estas personas ante una de las diásporas más dramáticas del siglo XX.