Lo que nadie dice sobre el arte vandalizado
Juan Pablo Pettoruti Artista
Lo que nadie dice sobre el arte vandalizado
Reviví, profundizá y compartí la charla.
“A medida que la obra cambia, se va transformando metafóricamente en un perchero en el que muchos desconocidos cuelgan cosas y depositan intenciones”
En algunos conciertos, el compositor estadounidense John Cage pedía que abrieran las ventanas del auditorio para que los sonidos del afuera, chicos jugando o el rumor del tráfico, irrumpieran y se mezclaran con la música. Esta historia nos choca a muchos artistas porque va en contra de nuestra formación: toda sala de concierto debe evitar contaminarse. Los artistas nos encontramos muchas veces en medio del proceso creativo pensando en esos espacios ideales y hasta ascéticos para exponer una obra. ¿Pero qué sucedería si soltáramos un poco eso y buscáramos contaminar con el afuera nuestra obra? Lo que nos proporciona no es solo contaminación: hay potencia, pulsiones, roces y fricciones que generan energía y que pueden enriquecer la práctica artística de forma inesperada. De todas esas energías y potencias, la que más me interesa es el vandalismo. En 2016 monté en Alemania la instalación “Invisible”, una obra para el espacio público. A la semana le arrancaron el amplificador y dejó de sonar. Me dio bronca, malhumor, pena por un trabajo de meses malogrado en una noche.


La había empezado a imaginar tras preguntarme sobre el origen de unas bicicletas que veía tiradas en las calles, todas oxidadas y llenas de mejillones. Pasé meses armándola, haciendo entrevistas, construyendo estructuras, comprando equipos y consiguiendo permisos. Y una vez que la inauguramos, alguien la rompe. Todo lo sonoro de la instalación se apagó. Todos los sonidos y las voces en las que había trabajado quedaron en silencio. Cuando conversaba con distintas personas sobre lo que había ocurrido todos me decían que lo que habían hecho estaba mal e indignados sostenían: “¡Cómo van a romper una obra de arte! ¡No tienen respeto por nada!”. Sin embargo, empecé a pensar que cuando aparecen esos juicios de valor, se nos cierran caminos de reflexión y comprensión que pueden ser interesantes. Algo pasa cuando se rompe el arte. Detrás de esa intervención puede existir más que violencia: puede haber un sentimiento, un mensaje, una expresión manifiesta, una necesidad. ¿Qué hacer con eso que pasa? ¿Cómo integrar e incluir desde el arte a hacedores anónimos que intervienen las obras en el espacio público? Una opción, en lugar de enrejar, prevenir, cuidar o vigilar, es asumir que la obra no sufre, sino que asimila. Que más allá de la voluntad del artista y de la voluntad de quien vandaliza, la obra sintetiza estas dos voluntades y hace algo nuevo. Imagino más proyectos artísticos en la calle basados en una creación colectiva, que incluyan a las y los actores sociales para habitar el territorio, especialmente los márgenes, para que ya no hablemos de una obra y de un afuera, sino de un escenario. Puede que esta práctica descomprima, le haga lugar de algún modo al enojo, a la exclusión. Imagino públicos empezando a dialogar, a desmenuzar, a conversar y a integrarse a partir de proyectos artísticos.
Más allá del vandalismo
¿Qué pasó con mi obra “vandalizada” en Alemania? Es verdad, la habían roto, pero seguía generando cosas. Se había transformado y dialogaba de otra manera con el afuera. Comprendí que la obra ya no era parte de mí, sino que estaba viva. Empezó a crecer, a expandirse. Durante las noches otras bicicletas empezaron a aparecer, en un principio apoyadas sobre la instalación y luego en los alrededores, como ofrendas. Entonces pude ver más allá del vandalismo, trascender ese enojo del inicio y llegar a una reflexión: la obra en el espacio público es una obra viva y esa vida está llena de roces, de idas y vueltas. La obra, en la calle, es intervenida y no bajo sus propias reglas, sino por voluntad y decisión de un otro u otra.
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Seguí explorando
Le pedimos a Juan Pablo Pettoruti que nos haga algunas recomendaciones para profundizar y nos sugirió esto.

“Las alas del deseo”
Película dirigida por Wim Wenders.
También conocida como “El cielo sobre Berlín”, este film alemán de 1987 cuenta la historia de dos ángeles que sobrevuelan la ciudad y observan con compasión la vida de los humanos, sin poder cambiar el curso de los acontecimientos.

“Love, Death + Robots”
Serie de Tim Miller y David Fincher.
El capítulo “Zima Blue” de esta producción de Netflix de cuentos animados de ciencia ficción, fantasía, horror y comedia invita a pensar en la pulsión que nos hace hacer lo que hacemos.

“Oscar”
Película dirigida por Sergio Morkin.
Oscar Brahim es artista visual y taxista. Vive con su familia en Buenos Aires y en 2003 Morkin realiza un documental sobre su vida y su obra. Cuenta la convivencia del arte con su oficio al frente de un auto, por la ciudad que define como “un territorio de batallas visuales”.

“Inclusiones”
De Nicolas Bourriaud.
Ensayo sobre arte y pensamiento contemporáneo, en el que el teórico y curador francés busca contribuir al surgimiento de una estética inclusiva.