Mi planta de naranja-lima

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Nunca quise dejar de ser niño, y en ese empeño estoy, muchos años después del fin de mi infancia oficial. Tratar de mantener una mirada infantil cuando se es adulto requiere de un gran entrenamiento de la sensibilidad, de cierta capacidad de sufrimiento y de la voluntad de ir contracorriente en muchas ocasiones, con lo que eso acarrea de incomprensión. Mi planta de naranja-lima me enseñó un camino para integrar esa sensibilidad y capacidad de sorpresa tan especiales de los niños en una vida adulta, con responsabilidades y cierto papel en la sociedad. Vuelvo a él de vez en cuando para recordarme la frescura que no quiero perder.

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