Cuando él nació, la grandeza de una ciudad se medía por el tamaño de su catedral. Florencia, su ciudad, se había zarpado haciendo la más grande, pero cuando llegaron al momento de constuir la cúpula, se dieron cuenta de que era imposible construirla. La catedral de Florencia quedó con un enorme hueco en el medio durante años, golpeando el orgullo de los florentinos. Hasta que apareció él, Filippo Brunelleschi.